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El Valor de una Constitución. Desde Italia para el Mundo

Lawyerpress News

Ariel Wolfenson.

La apertura de la 73 edición del festival de San Remo tuvo un invitado especial, el ganador del Óscar Roberto Benigni. El protagonista y director de La vida es bella fue el encargado de rendirle homenaje a la constitución italiana en su 75 aniversario.


Su discurso, de una elocuencia sublime y sobrecogedora, exige a todo abogado empaparse de su apasionada lectura y profundo desarrollo humano, señala:


“Esta edición es particularmente bella e importante porque se celebra el 75 aniversario de la entrada en vigor de la constitución, que entró en vigor el 1º de febrero de 1948.


¿Qué tiene que ver la Constitución con San Remo? San Remo es el lugar del espectáculo, de la música, del arte. La Constitución está muy conectada con el arte, casi que son la misma cosa. La Constitución es una obra de arte. Es un canto a la libertad y dignidad del hombre. Todavía más. Cada palabra de la Constitución lanza una fuerza evocativa y revolucionaria como las obras de arte. Tira al aire todo lo que estaba antes. 


El sofocamiento, la opresión a la libertad. Es una bofetada al poder. Muestra una realidad distinta a la de delante de los ojos. Muestra que podemos vivir en un país justo y bello. Se dice que a los niños que un mundo mejor es posible, sin violencia, sin injusticia.


Como el arte nos hace soñar. Es un sueño la Constitución. Es un sueño fabricado de hombres despiertos. Puede ocurrir una vez en la historia de un pueblo una Constitución así.

De hecho, si existe una canción de San Remo que podamos compararla con nuestra Constitución es la más famosa es el ‘incipit’ de ‘Volare’ de Domenico Modugno cuando dice “creo que un sueño así no vuelve nunca más”. También así es la Constitución.


Nuestros padres y madres constituyentes no la han pensado, la han soñado. Y quien sueña, llega primero del que piensa. En efecto, la han escrito en poquísimo tiempo. ¿Han visto ahora cuánto tardan en escribir una ley? ¡A veces años! La Constitución, en cambio, se hizo en poquísimo tiempo. Fue como una electrocución, una obra de arte, una visión de los visionarios. Fue un milagro. Eran 556 los electos del pueblo, los constituyentes, y todos de partidos distintos, que pensaban distinto. Una historia bellísima. Divididos en todo, menos en una cosa: estar unidos para escribir la Constitución más bella que se pueda imaginar.


El (artículo) que dice: “Italia repudia la guerra”. ¡Una escultura! Piensen en la fuerza, la belleza y en la perentoriedad de quien ha pensado esta frase maravillosa. “Italia repudia la guerra”. ¡Piensen! Si este artículo lo hubiesen adoptado las otras constituciones del mundo, los otros países, no existirían más guerras en la faz de la Tierra. ¡Nunca más! ¡Ningún Estado podría invadir otro Estado! ¡Pero no la han adoptado ni la han escrito! Los italianos la hemos escrito en nuestra Constitución porque eran personalidades extraordinarias.


Entre estos, había una persona que quiero nombrar porque tiene que ver con nuestro presidente de la República, Sergio Mattarella. Entre nuestros padres constituyentes, estaba Bernardo Mattarella, padre de Sergio Mattarella, a quien aplaudimos. Bernardo Mattarella, uno de nuestros padres constituyentes. ¡Una cosa conmovedora y bellísima! Entonces, presidente, usted y la Constitución tienen el mismo padre… podemos decir que la Constitución es su hermana.


Es mi artículo favorito. No saben cuánto quiero este artículo. Es el artículo 21 y está escrito con un lenguaje simple y bello, que parece escrito por un niño. Tiene una fuerza y una belleza que te sorprendes y te preguntas: “¿Realmente era necesario escribir una cosa así?”. La han escrito. El artículo 21 dice: “Todos tienen el derecho de manifestar libremente sus ideas”. 


Dirán, ¿de verdad? Es como decir, “todos pueden respirar”. Si lo han escrito, quiere decir que era necesario. Este es el artículo 21. Recuerden que es un artículo extraordinario porque es, para mí, el artículo más importante, el pilar de toda la libertad del hombre. El más simple y el más fuerte. No se lo puede olvidar porque antes de la Constitución, durante los 20 años del fascismo no se podía pensar libremente. No se pudiera ni siquiera haber hecho el festival de San Remo.


Piensen que antes de la Constitución, mientras comían una pizza con los amigos, en casa cenando con sus parientes, podía -sucedió tantas veces- llegar una patota de violentos, abrir la puerta, agarrar a tu hermano, a tu hermana o a tu novia y llevársela porque había dicho algo libre que no coincidía con el poder, pensaba con su cabeza. Ocurría a menudo. Estas personas eran golpeadas y a veces desaparecían y no eran vistas nunca más.


El artículo 21 nos ha liberado de la obligación de tener miedo. Antes de la Constitución, la gente estaba obligada a tener miedo. Piensen que en países muy vecinos al nuestro, los opositores, los que piensan libremente, son detenidos. Envenenados a veces, a veces desaparecidos. O a veces solo porque muestran sus rostros, su cabello. A veces solo porque bailan. O porque cantan o hablan. Les estoy diciendo con todo mi amor. Piensen qué maravilloso, extraordinario saber que vivimos en una tierra donde con el artículo 21 todos tienen el derecho a manifestar libremente su propio pensamiento. Lo debemos recordar porque antes de la Constitución no se podía hacer en el fascismo. No era posible. La única manera de hacer cualquier cosa útil para el futuro es tener el pasado presente. Recordar que todo lo que tenemos puede ser quitado de un momento a otro. Nuestros padres y madres constituyentes esto lo sabían.


Los constituyentes escribieron la Constitución, pero la última página, la han dejado blanca, la más importante, que nuestros padres y madres constituyentes no podían escribir porque sabían que debíamos escribirla nosotros con nuestra vida. ¡Viviéndola! Y estoy seguro que lo haremos bien. Debemos creer hasta el final. 


La Constitución está escrita, pero debe ser actuada. Hace falta hacerla vivir. La Constitución no es solo para leerla, sino para amarla. ¡Hace falta amarla! Para amarla, hace falta leerla, vivirla, sentirla propia. Hacerla cumplir cada día. Me pueden decir “es un ideal. Es una quimera. Una ilusión. Es un sueño”. ¡Un sueño, sí! Pero tenemos una ventaja. Nuestros padres y madres constituyentes han trazado el camino. Nos han mostrado el camino. Han hecho todo ellos y a nosotros nos han dejado solo una cosa por hacer.


¡Hacer este sueño realidad! ¡Gracias presidente! ¡Gracias a todos los italianos! ¡Estoy feliz de vivir en este país!”



Puede leer la columna directamente en el siguiente enlace:


https://www.lawyerpress.com/2024/06/10/el-valor-de-una-constitucion-desde-italia-para-el-mundo/

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